(Re) Conectar
En tiempos de aislamiento, distanciamiento, y conexión que desconecta qué nos dicen nuestros cuerpos.
Me duele el pecho. No tengo fuerza en las piernas. No paro de llorar. Traigo las hormonas locas. No duermo. Me retumba la cabeza.
Estas son solo algunas frases que he escuchado al entrevistar a víctimas y sobrevivientes. Las afirmaciones se cuelan en sus respuestas como anotaciones efímeras, esfumándose entre los hechos y datos que me comparten. Y cuando interrumpo y regreso a esa afirmación para saber un poco más, se sorprenden: ¿cómo que desde cuando me siento así? ¿cómo qué por qué me siento así?
Irónicamente, al mismo tiempo que hacía estas preguntas, mi cuerpo y sus sistemas comenzaban una transformación que me tomó años reconocer, y sobre todo aceptar. Una transformación que me obligó a regresar a casa de mi mamá porque —ahora por fin lo logro decir en voz alta— no había otro lugar donde pudiera sentir de forma segura.
Me gusta llamarle transformación en vez de trastorno, enfermedad, trauma vicario, debilidad emocional (que claro que no existe), porque es un camino que escogí. A lo mejor no con mucha conciencia sobre lo que implicaba no solo para mi vida profesional, sino también para mi vida personal (aunque confieso que sigo sin lograr la separación). Pero también están las transformaciones obligatorias, aquellas que la vida, y sobre todo el sistema y contexto “socioeconómicopolíticoculturalgloballocal” que habitamos, nos impone.
La disrupción que se vive es devastadora y eso es lo que ha guiado mi investigación estos años. Pero más que platicarles sobre eso que no me alcanzaría en este espacio, en este momento escribo esto porque cada vez se hace más visible un hilo en común: la desconexión con nuestros cuerpos.
Hace unos días me conecté a un foro de salud mental y en una de las charlas que se enfocaba en la ansiedad, la pregunta más preguntada era: ¿cómo sé que es ansiedad lo que siento en mi cuerpo? Y a lo largo de las otras charlas, la duda volvía a aparecer en sus diversas modificaciones. ¿Cómo escucho mi cuerpo? fue la pregunta que más me preocupó.
Después leí sobre La Llorería, un espacio creado por un servicio de psicólogos online llamado TherapyChat para presuntamente dar visibilidad a los problemas de salud mental en España. El proyecto, de acuerdo a algunes visitantes, más que visibilizar los problemas de salud mental en dicho país, ofrecía espacios instagramables y terminaba banalizando la realidad que implica experimentar y enfrentar los problemas de salud mental.
Híjole, pensé. Realmente nadie sabe que hacer en estos tiempos. Todo se mueve tan rápido, y en ocasiones tan lento. Las vivencias se sienten cada vez más abrumadoras y devastadoras. Si antes no nos permitíamos sentir, ahora todo nos obliga a sentir, y vaya que no hay forma de sentir “poquito.” Y si no no lo permitimos, la cosa se pone peor: el dolor en el pecho, las piernas sin fuerza, las hormonas asentándose en el desequilibrio...
Pero cómo podemos alcanzar una desaceleración (¿podemos costearla?) de la vida diaria para volver a escucharnos, para identificar qué esconde grita manifiesta cada parte de nuestros cuerpos. ¿Cómo podemos sentir (y si quieren llorar) de forma segura? Y con segura no me refiero a controlada, sino acompañada, contenida, o mínimo soportada. ¿Cómo ir más allá de la “salud mental” que posts coloridos promueven y celebridades patrocinan?
Y claro, ¿cómo incluimos esos cuerpos con “transformaciones impuestas” que ni la mente humana puede dimensionar?
Tengo mucho por decir sobre esto, pero primero me gustaría escuchar sus comentarios o experiencias. Y si alguna alma me contesta, usarlo de guía para una segunda entrega sobre este tema.
Hello! Gran desafío, imposible no ver como terapeuta el grandísimo reto de incluir constantemente el cuerpo que se manifiesta con diversos síntomas, y como paciente pues aún más esfuerzo en ir contra la resistencia y acudir a la terapia para seguir descifrando este show 🥴 definitivamente un tema en descubrimiento aún a estas alturas…
Hola Chanty
Espero estes bien ☺️ respecto a tu artículo estoy totalmente de acuerdo contigo y si siento esa misma desconexión por más que medite o haga yoga, cuide de mi misma, siempre regreso al piloto automático y creo que en este momento se debe a que estamos viviendo de manera muy monótona la vida y el día a día por temas obvios de la pandemia y creo que sociológicamente no estamos programados para estar tan aislados algunos y ver las disparidades que existen entre clases donde existe mucha gente viajando y haciendo vida normal como si nada estuviera pasando, así que los aislados sentimos mas frustración por no poder hacer lo mismo que a los que les vale chocotorro y es normal sentirse así es como cuando estamos chicos y nuestros papas injustamente tienen preferencias entre los hijos, pues obviamente frustra mucho. La disparidad está haciendo que sintamos que la vida se nos está pasando y que mientras que estas personas siguen viviendo su vida libremente el círculo vicioso de contagios seguirá, entonces la mente empieza un juego de justicia y nos empieza a repetir que no es justo que nosotros solos estemos cargando con el peso de esa culpa de poder contagiar a alguien y empezamos a despotricar contra un sistema de salud y político que está muy roto donde se ven muchas preferencias marcadas que nos molestan. La otra situación que creo que es muy notoria es que antes de la pandemia quizás ya estábamos un poco aislados y en cierta parte si disfrutábamos nuestra soledad nos valía pero existía la opción de decidir y claramente los humanos odiamos el encierro y las reglas que nos digan que NO podemos hacer tal o cual cosa, entonces al no sentir esa opción como disponible nos enoja y frustra aunque antes nos valiera. Creo que otra parte de por que nos sentimos en desconexión es por que todos mostramos una parte muy pequeña y a veces editada y filtrada de nuestra vida diaria, sabemos que no estamos felices o en paz todo el tiempo eso es imposible, la mente no está diseñada para estar positivos todo el tiempo sin embargo si podemos decidir ver el lado positivo de la cosas, sin tener este positivo ALTAMENTE tóxico de “ Good vibes only” que a mi en lo personal me da agruras y siento que es un mecanismo de defensa para no aceptar que tienes sentimientos y cosas en las cuales debes trabajar, es pura evasión del ser y de la introspección. En esta misma idea de la parte digital o de las plataformas sociales en las que compartimos nuestras cosas creo q estamos saturados de información y de ganas de hacer las cosas que al final nos frenan las posibilidades infinitas, nos abrumamos y mejor decidimos no hacer nada, algo muy común en las personas que vivimos con trastornos de ansiedad, trastornos obsesivos compulsivos, depresión y/o ADHD cada vez más comunes, y ver gente tan exitosa con “vidas perfectas” todo el tiempo creo que nos desanima más a perseguir lo que queremos por que sabemos que quizás estamos muy lejos de conseguir a lo que aspiramos y preferimos no intentarlo. Hay una película que me recuerda esta situación la de “ Player One” y un libro que se llama “ The Paradox of Choice” que siento que combinados es la realidad a la que estamos sujetos y no podemos escapar de ella, la película supongo que la viste y si no, vela; básicamente supone que en un futuro viviremos más en lo digital que en lo real y nos conectaremos a un tipo arcade a jugar para ganar dinero, con el “ juego del calamar” creo que esa realidad se trasladó a que lo estemos viviendo en 5 días más jajaja. Y el libro de Paradox of Choice habla de que al a ver un mundo de posibilidades tan infinitas cada vez nos cuesta más trabajo tomar decisiones con las que estemos contentos y que aún tomando una decisión creyendo estar felices con ella podríamos finalmente arrepentirnos y sentirnos como idiotas por haber tomado una decisión incorrecta. Te mando un abrazo espero te sirva para continuar el tema. Besos