Pride, #FreeBritney, y otras luchas por la libertad del ser
Acompañar para ser. Ser para acompañar.
Este fin de semana fui a la Marcha de la Diversidad en Monterrey, Nuevo León, con la principal intención de documentar y guardarlo en mi archivo personal. Desde 2018, intento asistir a todas las marchas y protestas posibles para observar y aprender de diversos movimientos. Tantos años de seguir el movimiento de familias — liderado principalmente por las madres— que buscan a sus seres queridos desaparecidos, me han obligado a mirar a otros lados. Observo las formas, las herramientas, los acuerdos, y todo aquello no visible para el ojo humano que sostiene la búsqueda, la lucha y la resistencia a no aceptar lo que se da por aceptado.
Acompañamiento
Conocí a Danae, de 18 años, y Daniela, de 13 años, quienes festejaban su primera marcha juntas como hermanas, y sobre todo como amigas. Danae me contó:
“Este es el primer año que yo salí del closet, que ya puedo decir que soy bisexual. Y mi hermanita y yo teníamos una muy mala relación hasta que yo le confesé que era bisexual. Ella me confesó que también tenía las mismas dudas. Le dije que a su misma edad empecé con esa duda y no tuve nadie que me apoyara. Por eso ahora la apoyo. Nos hicimos muy unidas y quiso venir a la marcha.”
Antes de platicar con ellas, conocí a Karina, quien se identifica como bisexual. A sus 20 años, me contó que nunca había logrado llegar a la marcha por diferentes razones:
“Mis amigos quedaban mal y ya me daba vergüenza venir sola. El año pasado dije pues ya, pero la pandemia no me dejó. Y ahora ya estoy aquí. Otra vez me quedaron mal mis amigos. Aquí estoy solita, pero aquí estoy.”
Detrás del “ya estoy aquí” que me platicaron ellas y otras personas más con las que tuve la oportunidad de conversar este fin de semana, se hacía presente de una u otra forma el largo camino que tuvieron que recorrer para llegar “aquí”: en sus gestos, su postura corporal, la fuerza en el tono de la voz, en lo que no me contaron, en las formas que han sido (o no) acompañades.
Las distintas formas de acompañarnos siguen siendo una de esas cosas que no logro clavar en la hoja en blanco por su naturaleza dinámica y evolutiva, y sus diversas manifestaciones que no siempre son tan visibles. Son procesos que van más allá de apoyar, o acompañar, causas y luchas. Son todas estas búsquedas y afirmaciones individuales del ser encontrándose y coexistiendo en un mismo entorno.
Escucharnos
Durante la marcha, un joven gritó: “Free Britney!”. El grito se perdió entre los que lo rodeábamos y algunes soltaron una ligera risa. Días atrás, como de seguro muches de ustedes lo hicieron, leía el testimonio de Britney Spears en una audiencia judicial sobre la tutela que controla su vida personal, finanzas, y hasta su cuerpo. La cantante del pop exigió, entre otras cosas, que se le removiera un dispositivo intrauterino para poder tener más hijos. “Solo quiero recuperar mi vida,” fue una de las afirmaciones que pronunció Britney y que se convirtió en los encabezados de los principales medios internacionales.
El movimiento “#FreeBritney”, liderado por sus fans, la ha acompañado a través de las redes sociales en los últimos años. Después de su testimonio, el hashtag fue usado para expandir la conversación e incluir las vivencias de mujeres que no son blancas, americanas, y famosas. Los medios americanos principalmente publicaron textos sobre como el caso de Britney era parte de la larga historia de Estados Unidos con la esterilización forzada de personas con discapacidad y resaltaron la constante lucha por los derechos de las personas con discapacidad.
Distintos hilos de Twitter enfatizaron cómo la interdicción (restricción de la capacidad jurídica generalmente aplicable a las personas con discapacidad) y la esterilización forzosa impacta a mujeres, principalmente mujeres indígenas, negras, y/o empobrecidas, en Latinoamérica.
Nuevas formas de vivir
Al llegar a la Explanada de los Héroes, frente al Palacio de Gobierno, donde terminaba la marcha, escuché a un señor decir: “ya llegaron los jotos.”
No dije nada. Era un hombre mucho más alto y grande que yo, y pues sí sentí miedo. Pero así como el grito de #FreeBritney se disipó con el ruido, estas palabras se vinieron conmigo a casa. La comunidad LGBTTTIQ+ de Monterrey y su área metropolitana salió por primera vez a la calle apenas hace 20 años. Siguen enfrentando el odio desde las calles hasta el Congreso del estado, donde las creencias religiosas siguen imponiéndose sobre políticas públicas.
Sí, no es justo poner en el mismo párrafo la lucha de Britney Spears con las distintas luchas de la comunidad LGBTTTIQ+ y la de las mujeres en Latinoamérica. No quiero borrar experiencias ni oprimir voces con este texto, y claro que estoy simplificando porque apenas estoy iniciando un proceso de cuestionamiento que me atrevo a compartir con ustedes en su etapa incial. Pero de todas estas cosas que ví y leí esta última semana volví a identificar una lucha que creo que muches apenas estamos arrancando, o a lo mejor retomando, o inclusive redefiniendo.
Esas palabras del señor me hicieron olvidar por un momento todo lo que he aprendido y permití que su odio se viniera a casa conmigo, y sobre todo permití que me silenciara cuando debí haber hablado, cuando sé que ya aprendí desde que lugar en mí debo hablar. Traicioné e ignoré aprendizajes que he adquirido individualmente, pero sobre todo colectivamente. Siempre he sabido que el camino no es lineal, pero ahora sé que el camino tampoco es sola. Hoy sé que muches estamos en una lucha que es diferente para todes, pero que buscamos lo mismo: la libertad de ser sin oprimir a otres.