Ni muertas, ni presas
La batalla que no termina: el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
No importa cuantas protestas he cubierto, el cuerpo siempre tiembla: rabia y esperanza conviviendo en el mismo espacio. Los cánticos —hay que abortar, hay que abortar, hay que abortar este sistema patriarcal— se cuelan, y las consignas que toman vida en las cartulinas, hacen que el corazón sonría. ¡Por fin, alguien lo dijo!
Pero, al regresar a casa, la pesadez se acomoda: ¿Cuánto más habrá que soportar? ¿Cuántos años más?
Este 28 de septiembre miles de mujeres y personas gestantes marcharon con sus pañuelos verdes por las calles de México y Latinoamérica por el Día de Acción Global para el Acceso al Aborto Legal y Seguro. En Monterrey, Nuevo León, en el norte de México, decenas de mujeres y colectivas feministas exigieron la despenalización del aborto.
Hace 14 años se despenalizó el aborto electivo durante el primer trimestre del embarazo en la Ciudad de México. Una pensaría que este hecho lograría victorias similares alrededor del país. Pero hasta ahora solo tres de los 32 estados — Oaxaca (2019), Hidalgo (2021), y Veracruz (2021)— han logrado aprobarlo.
Así es, la frustración se siente. Sin embargo, el mes pasado la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dio pasos históricos:
Septiembre 7
La SCJN resolvió que la criminalización del aborto es inconstitucional en el estado de Coahuila, famoso por sus gorditas de harina y por su artículo 196 que castigaba a la mujer por la interrupción del embarazo con tres años de prisión y una multa económica. Las y los ministros decidieron que las mujeres y personas gestantes tienen el derecho a decidir continuar o no un embarazo sin ir a prisión (Eureka!).
Esto genera un precedente para todas y todos los jueces de México ya que deberán considerar que son inconstitucionales las normas penales que criminalizan el aborto en los estados del país. (Pero pues sí, faltan los Códigos Penales estatales y para eso habrá que chutarse a algunxs diputades con sus biblias y narrativas de true crime story sobre mujeres y fetos con grandes sueños.)
Septiembre 9
Las y los ministros de la SCJN aprobaron la invalidez del artículo 4 Bis A de la Constitución de Sinaloa que establecía que “el Estado tutela el derecho a la vida desde el momento en que un individuo es concebido”. Es decir, que los poderes locales no tienen facultades para definir constitucionalmente el momento en que inicia la vida.
Septiembre 20
La SCJN declaró la invalidez del artículo 10 bis de la Ley General de Salud, reconociendo que el derecho a la objeción de conciencia no puede contraponerse con los derechos reproductivos de las mujeres. Ahora, la ley debe establecer las condiciones y modalidades para que la objeción de conciencia no afecte los derechos humanos de las mujeres. (Pero esto todavía no entiendo muy bien cómo va a funcionar en el día a día, así que luego les explico).
Así es, ¿qué dije? Yo también me confundí y pensé: “tanto guato para reconocer algo tan básico: nuestro derecho a decidir sobre nuestros CUERPOS.” Pero en esas estamos en pleno 2021. Así que platiqué con las colectivas Feministas Alteradas Sinaloenses e ILE Sinaloa, una red de organizaciones que guían a mujeres y personas gestantes que quieran interrumpir su embarazo.
“Lo que acaba de suceder sí nos da una esperanza,” me dijo América, de Feministas Alteradas. “A nosotras como grupo nos da la facilidad de dar acompañamientos a las mujeres que lo necesitan, que puedan abortar desde sus casas sin ellas ser perseguidas, ni nosotras.”
La realidad es que los abortos nunca han parado. La ausencia del Estado, como con muchas cosas más, es ocupada por redes de mujeres y organizaciones feministas que se han preparado para guiar a mujeres antes, durante, y después de la interrupción del embarazo. Sí, la mayoría de ellas tienen sus trabajos, vida personal, muchas responsabilidades, y además ofrecen este apoyo.
“Es súper significativo lo que está sucediendo en un espacio como la Suprema Corte. Pero justo las morras que estamos en la primera línea, acompañando y llevando procesos —muchos de ellos de contención emocional— sabemos que el estigma que se ha generado desde la sociedad hace que para muchas mujeres y personas gestantes todavía sea un taboo tan siquiera poder reconocer un ‘creo que estoy embarazada y no lo quiero tener’”, me explica Mariel de ILE Sinaloa, que es parte de un conjunto de organizaciones que se apoyan para bajar información y recursos.
Persecución, ataques de grupos provida, críticas, y señalamientos son algunas de las cosas que enfrentan muches de les integrantes que forman parte de estas colectiva alrededor de México.
“Nosotras hemos podido generar confianza a partir de que nos ponemos a disposición de las mujeres que necesiten acompañamiento, y les explicamos todos los procedimientos detalladamente,” agrega América. “ Y es a partir de eso que las mismas mujeres dejan a un lado la ‘inseguridad y la clandestinidad’ cuando les demostramos que hemos dado otros acompañamientos.”
Este trabajo diario, que realizan desde sus celulares — a través de Facebook, Whats App, Signal— hasta en sus oficina y casas le ha ofrecido a miles de mujeres lo que el sistema de salud mexicano no ha logrado, no ha querido.
En México, el aborto se regula a nivel local. Existen ciertas circunstancias, llamadas causales, donde no se castiga el aborto como el peligro de muerte para la madre, o aborto imprudencial o culposo. La única causal legal que se contempla en todo el país es la interrumpción del embarazo que es producto de una violación sexual.
“Cuando son temas de violencia sexual nos aseguramos que puedan ejercer su derecho de ser atendidas en una clínica si eso es lo que ellas quieren y que no tengan que vivir esos procesos de revictimización,” explica Mariel. “Desde la trabajadora social que está en el primer contacto y te dice que eso no es válido aquí, o que adentro el médico o médica es antiderechos (objeción de conciencia), o enfrentarse a grupos provida fuera de la clínica.”
Grandes avances, pero aún queda un largo camino. La falta de justicia reproductiva en el país se vive diario en las ciudades, y tan lejos de las ciudades que muchas no alcanzamos a ver, impactando a niñas, adolescentes y mujeres. La maternidad sigue siendo obligatoria en la mayoría de las leyes, y en la mayoría de nuestras comunidades y nuestras familias. Pero colectivas feministas y asociaciones de mujeres llevan años tratando de cerrar estas brechas.
Durante la marcha del #28S conocí a Natasha, de 16 años “casi 17”, y quien asistía a su primera marcha por la despenalización del aborto y su segunda marcha feminista. Y prefiero cederle el cierre de este texto a ella:
“No quiero que mis hermanas, mis amigas, tengan que pasar por un aborto clandestino o les pase algo grave. Quiero que sea legal y ellas estén seguras. Supuestamente somos un Estado laico, y siento que no meter tanto a la Iglesia sería muy favorecedor. Nosotras seguiremos con nuestra lucha y resistencia.”